"La dificultad no debe ser un motivo para desistir sino un estímulo para continuar"

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100. Historia del Congreso de los Diputados

HISTORIA DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS El actual Congreso de los Diputados no tiene nada que ver con el que se abrió solemnemente aquel 31 de octubre de 1850 con la asistencia de la reina Isabel II. Aquel pequeño edificio (12.400 metros cuadrados edificados) se ha convertido 167 años después en un importante complejo formado por cinco edificios con 73.000 metros repartidos a ambos lados de la carrera de San Jerónimo. No obstante, sigue siendo el edificio del siglo XIX el que concita todas las miradas. Para hablar del Congreso hay que retrotraerse a finales del siglo XVI cuando el marqués de Tavara cedió unas casas que tenía en la carrera de San Jerónimo para que pudiera fundarse un convento de clérigos menores. Ello permitió trasladarse a los religiosos pero no levantar un convento con iglesia ante la insuficiencia del terreno. Hubo que esperar a que, años después, la marquesa del Valle, que también tenía propiedades en la zona, aportara nuevas fincas.Gracias a ello, en 1684 se pudo construir un convento e iglesia dedicados al Espíritu Santo, en cuya ornamentación participaron, entre otros, Vicente Carducho y Juan Pascual de Mena. La vida de este convento, uno más de los muchos que había en Madrid, se vio truncada cuando en 1823 se declaró un incendio mientras asistía a misa en la iglesia Luis Antonio de Francia duque de Angulema, sobrino del rey francés Luis XVI, que había entrado en España al frente de un ejército que fue llamado los Cien Mil hijos de San Luis, con el fin de ayudar a su primo, el rey Fernando VII a restablecer la monarquía absolutista. El atentado frustrado, pues así se consideró, destrozó el convento lo que obligó a los clérigos a trasladarse al de Portacoeli. El convento quedó sin uso hasta que en 1834 la regente María Cristina de Borbón promulgó el Estatuto Real por el que se crearon los Estamentos de Procuradores y Próceres, como Cámaras baja y alta, respectivamente. El problema era que estos estamentos no tenían sitio para reunirse. El de Próceres lo hizo en el Casón del Buen Retiro hasta que pudo trasladarse al colegio de doña María de Aragón, que ocupaba el mismo solar donde luego se levantaría el Senado; el de Procuradores eligió la iglesia del convento abandonado de la carrera de San Jerónimo, aunque, para 1841 los diputados el edificio estaba en tan malas condiciones que las sesiones duraban apenas una hora por temor a que se desplomara la techumbre. Ello permitió que cuando en 1842 se decidió construir un edificio adecuado para el Congreso -este nombre ya había sido adoptado, como el del Senado, en la Constitución de 1837- se decidió que se levantara en el mismo solar a pesar de que la Academia de Bellas Artes de San Fernando quería que se levantara donde hoy está la Bolsa. El concurso que se convoccó fue ganado por Narciso Pascual Colomer, primer director de la Escuela de Arquitectura de Madrid y arquitecto que, a lo largo de su vida profesional, remodelaría el palacio de Vista Alegre y proyectaría el palacio del marqués de Salamanca, en el paseo de Recoletos. Siete años de obras Tras siete años de obras, el 31 de octubre de 1850 la reina Isabel II procedió a la inauguración solemne de este palacio con lo que acabó el "exilio" de los diputados obligados durante la construcción a reunirse en la parte del teatro Real que ya había sido edificada. El resultado fue un edificio al que se accedía a través de un pórtico neoclásico con seis columnas corintias y coronado por un frontón, realizado por Ponciano Ponzano, que representaba a España abrazando la Constitución y flanqueada por las figuras de la Fortaleza, la Justicia, las Ciencias, la Armonía, las Bellas Artes, el Comercio, la Agricultura, los Ríos y Canales de navegación, la Abundancia y la Paz. La puerta de los Leones -de bronce, por el exterior y madera por el interior- fue realizada por José María Sánchez Pescador y solo se abre hoy en el acto solemne de la apertura de las Cortes, que se celebra cada cuatro años tras las elecciones generales y, desde 1997, en las jornadas de puertas abiertas que se realizan con motivo del día de la Constitución. También se abre cada vez que el rey acude al hemiciclo y en actos especiales como ocurrió con la capilla ardiente de Adolfo Suárez. En 1866 se colocó a ambos lados de la escalinata principal de acceso dos leones que le fueron encargados también a Ponzano y que fueron fundidos con el bronce de los cañones arrebatados a Marruecos durante la guerra de 1860 y que popularmente fueron llamados Daoiz y Velarde. Pero el Congreso no solo ocupa este edificio. Precisamente, la falta de espacio para realizar la actividad parlamentaria hizo que, entre 1978 y 1980, se acometiera la primera ampliación. Se ocupó entonces el solar contiguo, donde, entre 1598 y 1885, había estado el hospital de Italianos, lo que permitió levantar un edificio de 15.520 metros que se comunicó con el palacio por un paso elevado sobre la antigua calle de Floridablanca. En 1994, este nuevo edificio se prolongó hasta la calle Cedaceros -la forma del solar que ocupaba el banco de Valencia obligó a concluirlo en un ángulo agudo- lo que permitió incrementar la superficie construida en 18.315 metros cuadrados. Finalmente, en 2006, el Congreso recibió del Estado las antiguas sedes de dos bancos, el Banco Exterior de España (16.000 metros cuadrados) y el Banco de Crédito Industrial (10.780 metros cuadrados), situadas en la acera contraria de la carrera de San Jerónimo. Por motivos de seguridad se decidió unir ambos lados bajo tierra. Asimismo el Congreso cuenta con otro edificio en la plaza de las Cortes 7 que en su día ocuparon los grupos parlamentarios y hoy está vacío y posee un aparcamiento de tres plantas que hace siete años, cuando se remodeló la plaza y se ensancharon las aceras, fue ampliado con parte del aparcamiento de las Cortes. No acabaron ahí las obras pues en diciembre de 2012 comenzaron de nuevo los trabajos para reparar la cubierta del palacio, lo que obligó a quitar el mobiliario de la primera planta -como la galería de retratos- y a celebrar varios plenos en el Senado. Este crecimiento acometido en los últimos 35 años ha permitido que el Congreso cuente con despachos para los 350 diputados, además de salas de reuniones, sala de Prensa, y despachos para el personal del Congreso, pero no ha ido acompañado de una inversión como la acometida por el Senado, en ornamentación artística o mobiliario. Ello, deja el edificio original de Pascual Colomer como la "joya de la corona" del complejo parlamentario. "Desde su inauguración, este edificio siempre ha sido sede del Congreso; también durante la República cuando el Senado desapareció", apunta Javier Cabo, guía del Congreso. Este respeto histórico se nota, en especial en el Salón de Sesiones. "Ha sufrido pocos cambios. Los más importantes se produjeron durante la Segunda República cuando la tribuna de oradores que estaba a nivel de suelo fue elevada y en 1971 cuando se incorporaron a las Cortes los representantes del tercio familiar y para ampliar el hemiciclo se tiró una pared que daba a un pasillo. Se ganó en imagen pero se perdió en acústica", apunta Cabo. La obra permitió contar con un hemiciclo de 400 escaños, si bien en la actualidad solo lo ocupan 350 diputados. Antes había bancos corridos -de ahí la expresión de la bancada popular o la bancada socialista- pero ahora hay sillones con ruedas, de forma que se puede preparar el hemiciclo cuando, con motivo de la apertura solemne de las Cortes, se celebra una reunión conjunta de diputados y senadores. Otras variaciones reseñables han sido el cambio de ubicación del Gobierno -con Franco, los ministros se sentaban en la tribuna presidencial-; el color de los asientos de los ministros, pues hubo una etapa en que eran verdes y ahora son azules; las tribunas laterales construidas hace tres años para que los fotógrafos de Prensa pudieran hacer su trabajo; la sustitución del reloj por una copia, cuando, con motivo del centenario del Congreso, se decidió devolver el original a Puerto Rico ya que había sido esta ex colonia española la que lo había regalado; la retirada de la lámpara central que, bajo el reinado de Alfonso XII, fue donada a la catedral de san Juan Bautista, de Badajoz, y el cambio del sistema de aire acondicionado, que obligó en 2013 a sustituir las rejillas, una de las cuales, por mostrar el impacto de uno de los disparos de los golpistas en 1981, se expone actualmente en una vitrina. Intentona golpista Y es que cualquier visita al Congreso repasa lo acontecido aquel 23 de febrero de 1981 cuando un grupo de 288 guardias civiles bajo el mando del teniente coronel Antonio Tejero penetró en el hemiciclo cuando se votaba la investidura de Leopoldo Calvo Sotelo como presidente del Gobierno en sustitución de Adolfo Suárez. Hoy, los 36 impactos de bala que los golpistas dispararon y que hoy son visibles en distintos puntos del Salón de Sesiones, suscitan más interés que las esculturas en mármol de Isabel la Católica y Fernando el Católico, obras de José Panucci y Andrés Rodríguez; el cuadro de la reina regente María de Molina en la presentación de su hijo ante las Cortes de Valladolid, pintado por Antonio Gisbert; el lienzo de las Cortes de Cádiz, de José María Casado del Alisal, o los 50 metros cuadrados de bóveda, en la que Carlos Luis de Ribera pintó a la reina Isabel II rodeada de personajes como El Cid, Colón, Juan de Herrera, Cervantes, Lope de Vega o Velázquez. Tras cruzar la M-30 -nombre popular con el que se conoce el pasillo que rodea el hemiciclo- y en dirección a la puerta de los Leones, se encuentra el Salón de los Pasos Perdidos o Salón de Conferencias, utilizado para actos solemnes y encuentros de parlamentarios y periodistas, en el que destaca su decoración isabelina, la bóveda de Vicente Camarón y una mesa central de ágata, bronce y nácar que le regalaron los zares de Rusia a Isabel II. El salón, al igual que las salas colindantes, está cubierto por una inmensa alfombra de la Real Fábrica de Tapices que se recoge en mayo y, tras ser limpiada y restaurada por la real fábrica, se instala en octubre. Las 60.000 personas que anualmente visitan este edificio también contemplan el vestíbulo con su bóveda de casetones, en el que destacan la estatua de la Isabel II, de José Piquer, y los retratos de dieciocho políticos tan variopintos como Cánovas, Alonso Martínez, Azaña o Suárez; recorren el llamado Escritorio de la Constitución donde se muestra un ejemplar manuscrito de la Constitución Española de 1978 con las firmas del rey Juan Carlos; Antonio Hernández Gil, entonces presidente de las Cortes; Fernando Álvarez de Miranda, presidente del Congreso -cargo que, a partir de la Constitución asumió la presidencia de las Cortes- y Antonio Fontán, presidente del Senado, y pasean por el llamado Escritorio del Reloj, en el que, durante la intentona golpista, fueron encerrados Manuel Gutiérrez Mellado, Agustín Rodríguez Sahagún, Felipe González, Santiago Carrillo y Alfonso Guerra. "Guerra contó después que estuvo estudiando el reloj que da nombre a la sala y que fue construido por Alberto Billeter en 1857 en Barcelona", dice Javier Cabo. Y es que el relojero hizo una obra de arte dentro de una caja de palo de rosa, pues el mecanismo representa el sol, la tierra y la luna y su posición respecto de las cuatro estaciones, contiene un calendario con el día de la semana, mes y año, la ecuación del tiempo, la hora de salida y puesta del sol, la hora local de 21 ciudades del mundo y cuenta con termómetro, barómetro e higrómetro. "Es uno de los 92 relojes que posee el Congreso; todos funcionan porque un relojero viene una vez por semana. Menos mal que la mayor parte no tienen sonajería", apunta Cabo. Los visitantes no acceden, sin embargo, a los despachos del presidente del Congreso y de su gabinete que están en la planta baja ni a los de los cuatro vicepresidentes y el del jefe de la oposición que se encuentran en la primera. Tampoco suelen visitar la comisaría con la que cuenta en exclusiva el Congreso -salvo que se produzca un problema de orden público- ni la Biblioteca que ocupa todo el esquinazo de las calles Zorrilla y Fernaflor pues, a pesar de estar en la planta baja, consta de cuatro pisos lo que causa la sorpresa de quien accede a ella por primera vez. Es una pequeña joya, obra del arquitecto Arturo Mélida, que se construyó hacia 1885 y que guarda más de 240.000 volúmenes, entre ellos dos códices del siglo XV, ocho incunables, cincuenta manuscritos y 300 libros raros de los siglo XVI y XVII. El óvalo central de la sala permite ver las barandillas de las plantas superiores, las estanterías de cedro y caoba y el techo decorado. "Fue pintado en 1906 por José María de Gamoneda, que era letrado mayor de las Cortes", dice Cabo. Apius Claudius Caecus...

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